Seminario X, La Angustia (J. Lacan); clases del 22/5 y 5/6/63, por Laura Kait

LA ANGUSTIA

Clases del 22 de Mayo y del 5 de junio de 1963
Seminario UMBRAL del 15 de marzo 2021

                                                                          Laura Kait
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Lo primero a señalar es que estas dos clases que trabajaremos hoy no son sucesivas. En medio hemos dejado la del día 29 de mayo de 1963. Lo hemos decidido así para trabajar la pulsión invocante en el día de hoy. Si tomáis los títulos que Miller ha dado a cada uno de estos capítulos, se entiende enseguida:

22 de mayo La voz de Yahvé

29 de mayo El falo evanescente

5 de junio. Lo que entra por la oreja

 

Hoy hemos reunido la voz y la oreja. El capítulo del 29 de mayo lo trabajará Clara Bermant en la próxima cita de abril.

También aclaramos que estamos siguiendo la traducción de Rodriguez Ponte -y no la edición de Paidós- porque consideramos que su trabajo con los textos de Lacan es muy riguroso y enriquecido por las referencias de su propia autoría.

Es en este seminario que Lacan introduce sus dos objetos parciales y comienza esta clase diciendo que no abandonará el ojo al dar introducción a la oreja. Volviendo a subrayar que es por la vía del objeto que entenderemos  angustia y deseo.

Nos presenta una obra de Reik, por la vía de criticar una transmisión del psicoanálisis que se “extravía si se parcializa”, reconociendo así el valor de los primeros discípulos freudianos, sin perder el sentido crítico. Un estilo de investigación, el de estos primeros psicoanalistas, que Lacan no duda en calificar como luminoso, con brillo y fecundidad, agregando que nada se produjo después equivalente a lo que se investigó en ese primer período del psicoanálisis. Un estilo, me atrevo a agregar, que produce una enseñanza que reconoce el valor de cada uno de los psicoanalistas que aportan al avance de este pensamiento y esta clínica, sin el prejuicio con o por la institución, escuela y/o capilla de inscripción. Nuestro seminario se llama “El psicoanálisis y sus psicoanalistas”, nombre que pusimos con el deseo de dar lugar a esta multiplicidad que nos incluye, modestamente, en esta serie.

Theodor Reik escribió El ritual. Estudio psicoanalítico de los ritos religiosos, resultado de su interés por la historia no de las religiones sino y curiosamente, de la música. Descubre en su investigación que la música se origina en el vínculo del hombre con los dioses. Buscar la protección divina, acompañar rituales mágicos, realizar invocaciones, son distintas funciones que el canto y la música van tomando. En el judaísmo, esto cobra especial interés porque a un instrumento antiguo y primitivo se le atribuye la voz de dios. Es el shofar. Se trata de un cuerno de carnero que se sopla solo dos veces al año: el día de año nuevo y el día del perdón al terminar el ritual religioso, dice Lacan, cuestión que matizaremos.

Se extraen de él, sólo cuatro sonidos: 

Tekia: un solo soplo largo, que reconoce al creador.

Shevarim: tres soplos medianos, clamor por la misericordia divina 

Teruah: nueve soplos cortos, llamando a la guerra.

Tekia Gedolah, una sola nota, extendida, sin corte, mantenida. Significa la voz de dios.

Lacan coincide con Reik, en cuanto a lo conmovedor e inquietante que resultan los sonidos del shofar. Vamos a escucharlo:

 https://www.youtube.com/watch?v=7dXfUQTq3Qs 

Su crítica al trabajo de Reik va dirigido al uso puramente analógico del símbolo. Lacan señala que la analogía del shofar y la voz que soporta con la función fálica no bastan. Que la pregunta es cómo y en qué nivel y ahí el texto se detiene.

El shofar, en el antiguo Israel, era usado para diversos acontecimientos que Reik señala, celebraciones, funerales, coronaciones. Nos interesa, con Lacan, el Éxodo 20, si fuésemos lectores de la Biblia, sabríamos exactamente de qué se está hablando. Como La Biblia no es un libro que se lea, no lo sabemos. El Éxodo, es el segundo de los cinco libros de la Torah y el versículo 20 es el de los Diez Mandamientos. En esos tiempos Dios hablaba con los hombres -luego se ha pecado tanto que les retiró la palabra- pero en tiempos del éxodo de Egipto, Moisés solía dialogar con el Señor y es así que cuando se encuentran en el Sinai le entrega las Tablas de la Ley, en una escena coronada de rayos y relámpagos y un sonido atronador. Ahí aparece el shofar, Lacan dice: de forma enigmática. El versículo relata que el pueblo podrá acercarse cuando escuche la voz del shofar, otras traducciones dicen, algunos podrán subir. ¿Algunos, cuáles? Se pregunta Reik. Y concluye que la cuestión sigue siendo un enigma. El enigma -y lo sigue siendo- es quienes son los que estarían convocados por la voz de Dios. 

Lacan señala que lo que Reik destaca en esta parte de su escritura, es que 

toda exploración analítica irá en busca de la verdad de los detalles, Lacan se pregunta cuál es el detalle que debería ser retenido en esa convocatoria. Algo escapa... queda como enigma.

La Biblia, especialmente la Torah, abunda en enigmas. Hoy nos vamos a detener en el Éxodo XX, pero antes decir que cada vez que estamos diciendo Dios, estamos nombrando lo innombrable, en términos del judaísmo. En hebreo se lo llama exactamente Ha Shem que significa “el nombre”. Llaman “El Nombre” al Innombrable.

Vamos a detenernos en dos escenas simultáneas.

En la primera, Moisés recibe las Tablas de la Ley, que las sabemos reducidas a diez mandamientos por la cultura cristiana y toda la moral y el arte que ha desplegado esta cultura que se hizo universal. Aunque, en verdad, la Ley que comienza a enumerarse en el Éxodo XX, sigue desarrollándose durante diez capítulos. Diez capítulos de normas y leyes que conocemos resumidas en esas diez. He consultado a una cabalista y estudiosa de la Torah, para que me explique esta cuestión y definió a los diez mandamientos como pura teología de la sustitución. Me sorprendió el concepto, porque en verdad luego de su explicación pensé que era una teología reduccionista. En la Torah, es decir en el Antiguo Testamento y en toda la cultura judía, no existe algo que se llame “diez mandamientos”.

Entonces, tenemos a Moisés en el Sinai, en este largo encuentro con Dios. Es en el Éxodo XXIV donde se aclara que estuvo en las cumbres del Monte durante 40 días y 40 noches, durante los cuales el shofar no dejó de sonar en medio de rayos, truenos y fuegos que envolvían la presencia de Dios, vistiendo de solemnidad el tiempo de entrega de la Torah, que es lo que en verdad está ocurriendo. Las leyes judías son 613, los diez enunciados son como grandes titulares de lo que se desarrolla en la Torah completa. 

Y ahora vamos a la segunda escena. 

Aarón, hermano de Moisés se había quedado a cargo del pueblo que se amotina, en los pies del Sinai. Moisés tarda demasiado, pareciera que no regresa. Dios lo ha convocado en las alturas para resolver el tema legal fundante, y mientras, abajo, el pueblo revuelto vuelve a adorar al becerro de oro, representante del politeísmo y la riqueza material. Mientras el pueblo se dedica a este sacrilegio, arriba, se está fundando la civilización en la que aún estamos. Es lo que se llama la Alianza.

Sabemos que hay otras alianzas, en el Génesis, entre Yahvé y Noé luego del diluvio, pacto del que nace el arco iris. Luego con Abraham que acepta la circuncisión en el momento de dar nombre a un hijo de Israel, en este caso Isaac. Pero lo particular de lo que está ocurriendo en el Sinai, Lacan lo señala, es que en el momento de fundarse la Ley, suena el shofar, marcando el momento de la Alianza con la Ley del Padre.

Merece especial atención, agregará Lacan, que en la tradición judaica, cada celebración de año nuevo, será seguida de 10 días de meditación en torno a la culpa y los malos pasos dados en el año que se cerró. El año se iniciará con un balance, una reflexión sobre los propios actos que culminan con Yom Kipur, día del perdón. Un perdón que vuelve a obtenerse del vínculo personal entre el sujeto y Dios. Así se comienza el nuevo año con una limpieza, libre de culpa, de forma renovada. En la actualidad, aún, en estos dos momentos: Rosh Ashaná, primer día del año y Yom Kipur, Día del Perdón, suena el shofar, la voz de Dios, recordará luego de poco más de 5780 años el establecimiento de la Alianza en la Ley. Me permito señalar que se trata de una Ley escrita, podría simplemente leerse, pero eso no alcanza, la voz atronadora de la Ley, ha de entrar por la oreja. 

Y aquí una anécdota personal. Un día de año nuevo desperté temprano en Tel Aviv y para no molestar el sueño de la gente de la casa que me alojaba, salí a andar en bicicleta hacia algún café. Tarea infructuosa porque estaba todo cerrado, como cualquier primero de año, y empecé a dar vueltas. Nadie en las calles y comenzó a sonar un shofar, y otro, y luego otro. Mientras pedaleaba en ese silencio con sol, sonaban y sonaban shofares desde las distintas sinagogas. No soy capaz de transmitir la emoción de ese momento conmovedor. Así es como no asocio este sonido a un trueno, sino a una convocatoria, a una celebración.

Vuelve, Lacan, al nivel escópico, para señalar que el ojo implica espacio. Y citaré textualmente:

ese objeto central, a, en tanto que está, no solamente separado, sino elidido, siempre en otra parte que ahí donde el deseo lo soporta y sin embargo en relación profunda con él. Este carácter de elusión en ninguna parte es más manifiesto que en el nivel de la función del ojo. 

Por esta característica del ojo, es la función de la visión que sostiene de forma más satisfactoria el deseo en el fantasma. Es un aporte clínico muy importante y agrega en este capítulo tan musical, que es lo visual lo que da el tono a nuestra vida deseante. Subrayo, tono.

La otra característica importante que da de la pulsión escópica es que el ojo 

en el espacio abarca hasta donde da nuestro poder de observación creando la ilusión de que nada está separado. Incluso pasa con nuestro propio cuerpo, unificado por el ojo en el espejo, en un espacio. El ojo unifica. Esta unidad espacial significa que mi presencia en el Otro, mi imagen -i(a)-, carece de resto. Cito: 

elisión de la castración a nivel del deseo en tanto que es proyectado en la imagen. Y más adelante: es por eso que el deseo visual enmascara la angustia de lo que esencialmente falta al deseo... 

En la imagen solo aparece lo que hay. La falta, “a”, no es captable en la imagen. Esto es lo que significa que “a” no es especularizable. La mirada es siempre sobre lo que hay. 

Todo lo contrario ocurrirá en el piso de la voz. La voz es bramido, del asesinato del padre, del toro sacrificado. Se hacen escuchar en el shofar. Y de ahí su función de establecimiento de la prohibición imposible de transgredir. 

Si el nivel del ojo, une el deseo al fantasma, podríamos decir, simplificando, que el piso de la voz, es el piso de la alteridad, muestra el deseo en el Otro. Une el deseo con la ley.

Lacan termina esta clase, señalando que no ha mostrado aún el objeto anal que articulará con la voz. Así, ley y resto causa de deseo. Lo contrario a la unificación favorecida por el ojo.

Aquí termina la clase sobre la voz de dios en el shofar, que hemos presentado de forma recortada, esperando que en el coloquio amplíen con vuestra palabra lo que os interese.

Lacan mismo dice al comenzar el seminario siguiente del 29 de Mayo, que dejará el tema de la clase anterior de lado; porque trabajará la relación de la angustia con la castración, es decir la angustia de castración. Deja los objetos parciales para desarrollar la función del menos fi, en el nivel en que otros habían definido como genitalidad.

Nosotros seguiremos con el seminario del 5 de junio, que continúa en su primera parte con la cuestión del falo, pensado como menos fi, en la clase anterior (que para nosotros será la próxima), señalando que el falo nunca está allí donde es esperado, siempre aparece como falta y que justamente es así, para que no haya angustia. 

Ubicado el falo en su función de falta, pasará a hablar de la inteligencia de los monos y su carencia de palabra, lo que me hizo recordar aquello que nos enseñaban de pequeños en nuestras clases de biología: es la razón lo que nos diferencia de los animales. Desde que pude pensar por mi cuenta, he reconocido esa verdad como una falacia. Que los humanos sean razonables está por verse, dependerá de qué humano y cuándo. Lo que nos diferencia de los animales es la palabra. Aunque sea para decir nada, todos hablamos, incluso los mudos. Hablamos y también -a diferencia de los monos- nos reconocemos en el espejo, lo que asegura nuestro narcisismo, y transforma al ojo humano en algo que da la forma, y desde donde percibiremos una mirada universal. Podremos ser vistos desde cualquier lado. Y esto que por un lado llamamos lo siniestro, es a la vez la articulación del deseable (aclaro: el objeto) con el deseante (o sea: el sujeto).  Es decir nacimiento del fantasma, esa escena que tiene que ver con lo visto. Pero en esta articulación recordaremos que objeto es aquello que hemos sido para el Otro. Deseable y deseante que en el origen aparecen sobre el mismo objeto a subjetivizar. Así, vuelve a remitirse, Lacan, al primer piso de la división subjetiva, ese encuentro entre el S sin barrar con A. 

Luego inaugura, una crítica que será sostenida en su enseñanza, a aquellos que piensan el vínculo entre el sujeto y el otro, por la vía de la comunicación. Lo primero que plantea es que el S no tiene nada que comunicar porque todos los instrumentos de la comunicación están del otro lado. Será desde el Otro que S, recibe su propio mensaje. Y en la línea de lo que nos planteaba en el grafo del deseo (¿qué me quiere el Otro? ¿qué quiere el otro de mi?), aquí la pregunta que plantea es ¿quién soy?. Pregunta inconsciente e informulable antes que el Otro lo designe como un tú eres. Esto ya está formulado por Lacan desde el seminario de Las Psicosis, (el Nº3 del año 1956/57), el discurso nos viene del Otro en forma invertida. Aquí agrega, que ese discurso nos llega del otro de forma interrumpida y se inaugura con un Tú eres, sin atributo. A partir de este hecho tan insuficiente, el S sabe que el lenguaje existe en lo real, que está en curso, en circulación. De todos modos, señala ese momento anterior en que el bebe realiza monólogos balbuceados en solitario y no duda en compararlo con lo que se produce a nivel del sueño, en la otra escena.

Una puntuación. Quisiera recordar que la otra escena, es un concepto que Lacan retoma de Freud -en la Interpretación de los Sueños-, quien a su vez lo tomó de Fechner, quien asegura en su psicofísica que la escena en la que los sueños se desarrollan es distinta de aquella en la que se desenvuelve la vida de representación despierta. A Lacan, desde el comienzo de su construcción teórica, le interesa menos una topología de inconsciente, preconciente y conciencia, que pensar lo inconsciente como lugar otro, como alteridad. La palabra “distinta”, es siempre pensada por Lacan como otra.

Dice textualmente, sobre estos primeros balbuceos: Todo sucede sobre la otra escena, con el acento que he dado a este término. Y agrega que es una vía que se nos ofrece para captar que para el sujeto que se está constituyendo, es también del lado de una voz desprendida de su soporte que debemos buscar ese resto. 

Destaca que el lenguaje está ligado a la sonoridad, aunque hay excepciones, 

por ejemplo para los sordos, todo lo que recibimos del otro es vocal, Habla un poco de la función fisiológica del oído como resonador, señalando la cuestión como compleja, dado que el vacío que se produce en el interior del tubo resonador nunca será el mismo de un sujeto a otro, ahí el “a” realiza una verdadera función de mediación. Este recorrido lo lleva a concluir que la voz, resuena en un vacío que es el vacío del Otro. Para que la voz responda debemos incorporarla como alteridad de lo que ella dice. 

Subrayo, lo que se dice y la voz son dos cosas bien diferentes, es por eso que desprendida de nuestro cuerpo la voz nos resuena de otra forma. Experiencia que todos tenemos al escucharnos cuando nos han grabado. Esa voz es otra. Y es como otra y como viniendo del otro que la voz se incorpora. 

Curiosamente para dar cuenta de esta particularidad de la voz, da una vuelta por la producción de un psicoanalista de la primera época, Isakover, a quien menciona no sin cierta ironía por dedicarse a comparar los daphnidos -unos bichos conocidos como pulgas de agua- para hablar de lo que incorporan. Llamaría a este recorrido, la paja en el ojo ajeno, luego del seminario del día 15 de mayo, que para hablarnos del ojo y la boca Lacan nos paseó por la zoología, en un desarrollo que ni menciono porque no es de mi interés.

Por la vía de la incorporación vuelve al shofar, para decir que la incorporación de su sonido, modula nuestra angustia pero sola y únicamente luego de que el deseo del Otro haya tomado forma de mandamiento. Cito textualmente: 

Es por eso que puede desempeñar su función eminente para dar a la angustia su resolución, sea que ésta se llame culpabilidad o perdón... 

Y aquí vienen unas hermosas líneas donde Lacan juega con la falta como aquello que hace que el deseo circule (manque) y el error, la falta (faut), lo que podrá ser castigado, y lo que hace falta (que deja como enigma), para decir que así se explica la articulación entre culpabilidad (por las faltas) y la angustia (cuando no falta).

Dirá que este trabajo que ha hecho sobre el shofar ha puesto luz a lo que del Otro se articula en su sonido, clamor de culpabilidad donde el deseo del Otro está interesado. Y lo que se esclarece por esta vía es la noción de sacrificio, que no se entiende ni como don ni como ofrenda, sino como aquello que captura al Otro en la red del deseo.

Promete avanzar sobre el concepto de sacrificio, pero adelanta una cuestión, si el Otro necesita que algo le sea a él sacrificado, es porque le falta, es decir que nos aseguramos que nuestros dioses sufran de nuestra misma estructura armada en torno a la falta, y que por ello deseen y muy importante, que no les angustie. Cito: Domesticar a los dioses en la trampa del deseo es esencial, y no despertar la angustia. 

Esos dioses hechos a nuestra imagen y semejanza son los que hablan, los que se expresan de forma atronadora. A pesar de que los hayamos dotado de inmortalidad.

 

 

 

 

 

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