No derivaciones

por Laura Kait
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Hay trescientos sesenta y cuatro días en los que deberías obtener regalos de no-cumpleaños,
 y sólo uno para regalos de cumpleaños ¿sabes? Lewis Caroll

 

Al pensar No derivaciones, me acordé del no cumpleaños de Alicia, solo que funciona exactamente al revés. Llevamos casi 20 años derivando y recuerdo sólo cuatro veces de no derivación. Es decir un no derivado cada cinco años. Gran promedio, que no garantiza mucho, porque luego están las derivaciones que no llegan. Están los que van la primera entrevista y desaparecen, están los que lo harán luego de un par de meses. También están los analistas que contienen y sostienen, y los analistas que poco o no... Y también los análisis que se producen.

 

Hemos hecho más de 3.200 derivaciones, mucho hemos aprendido de este acto donde escuchamos un ratito a un sujeto que está buscando ayuda, porque como sabemos pocos vienen por un análisis. Los más, vienen con algún texto sobre el que voy a detenerme, palabrero contemporáneo que oímos repetirse. Lo resumo en tres frases:

  • gestionar emociones
  • salir de la zona de confort
  • mejorar la autoestima.

Lo peor es cuando estas frases aparecen en el discurso de un profesional a la hora de transmitirles una derivación y -podrán suponerme prejuiciosa- pero entre quienes las usan y quienes no, está la diferencia entre alguien advertido de su inconsciente y otro que no. Advertidos, en el extremo, de la diferencia entre el discurso psicoanalítico y la empresa. Algunos sabemos qué es un psicoanalista, qué es un psicoterapeuta o qué un coacher, eso que la empresa necesita para que el explotado disfrute siéndolo, porque habrá aprendido a gestionar sus emociones para sentirse cómplice del empresario, transformando la explotación en una zona de confort. Lo que mejora ampliamente su autoestima. Y esto puede ocurrir no sólo en la empresa, también en el despacho de un psicólogo. Hace a la ética o no de quién escucha, aprovecharse del otro. Es algo que Lacan definió con un término muy duro y ya llegaremos.

 

¿Qué te trae por aquí?, son siempre mis primeras palabras.

Vengo porque no sé gestionar mis emociones. Pienso: ¡ya estamos ahí! 

Me dominan la ira y la agresividad cuando me enfado.

¿Qué te enfada? Sobre todo cuando las cosas no salen como yo espero. Es un pronto. Algo violento. Luego se me pasa, pero mi mujer no puede pasar. 

¿Solo te pasa con tu mujer? También me pasa con mi padre. A veces me pasa con mi hermano. Pierdo los papeles.  Me pasa desde la adolescencia.

¿Y fuera de la familia? No me pasa ni en el trabajo, ni con los amigos. Siempre me ha pasado con la gente más cercana. 

Alarmada ante tanto “pasa, pasar, pasado”, me pregunto y le pregunto ¿Y si ha pasado tanto, por qué vienes ahora? Porque me costará mi matrimonio, ella me ha mandado. Yo nunca he tenido dinero para pagar un psicólogo. Así que he pensado pagar 30 o 40 €. Le digo que está muy bien, que se nota su interés por salir de la violencia y apuntaré 35€ la sesión.

Ah! no 35 o 40€, por mes. Silencio... 

O podría hacer una visita mensual

Mientras pensaba: “paso”; digo que no lo entiendo por dos razones. Es un informático que debe ganar bien y además por teléfono siempre decimos, y se lo recuerdo, que es como mínimo una visita a la semana. ¡Sí! lo recuerda, pero él pensó en venir una vez al mes. Miente, pensó en venir una vez por semana pagando 10€ y luego le avergonzó decirlo. Agrega que lo debe consultar con su mujer. Le digo que esa sería razón suficiente para comenzar un análisis. 

También por teléfono explicamos que la primera entrevista costará lo mismo que se pacte para el tratamiento. Tiene solo 10€ y pregunta si me puede pagar con tarjeta. Por teléfono también informamos que se paga en efectivo (aún no eran tiempos de bizum). Irá al cajero a buscar y me pregunta cuánto ha de pagar. Puedes decidirlo. Vuelve con 15€. Le digo que es una suerte que haya podido decidir. Dice que llamará. No llamará.

Cuando ha marchado, me doy cuenta que he tenido un lapsus -no es la primera vez, pero es la primera vez que cobra sentido- no le he hecho firmar la Ficha de Derivación. Debido a la ley de protección de datos, su firma nos autoriza a llamar al analista que tomará esa cura. Es lo único que hacemos con los datos, transmitirlos al profesional. Aquí no había derivación. La demanda era de su esposa, mientras él pasaba. 

Cuidar a nuestros colegas es algo que tenemos en cuenta en las derivaciones, no sólo respetando el tipo de clínica que desean recibir. Considero que cuando un mero pedido no tiene ni asomo de demanda, es mejor pasar. Por supuesto, derivamos a sujetos que pueden pagar muy poco y/o que no tienen una demanda articulada, pero no están en este lugar de deposición.

 

¿Qué te trae por aquí?

Vengo porque necesito cambiar. Un amigo me dijo que al comenzar a tomar plantas movilizantes necesito una terapia semanal. 

¿Plantas movilizantes? Covadonga y citronella. Es porque tengo adicción al cannabis y para salirme empecé con este psicólogo que me recomendó venir a Umbral. Me he iniciado con él en una ceremonia de San Pedro. 

¿Perdón? Es como la Ayahuasca. Comencé a ver claro, quiero coger las riendas de mi vida, salir de mi zona de confort, dejar de estar narcotizada para mejorar mi autoestima.

Ya estamos ahí. Atención. 

Mientras asegura ser homosexual, narra relaciones estragantes con mujeres y recuerda que solo ha estado enamorada una vez. Alguien con quien vivió 8 años de juventud, los mejores de su vida. Un hombre. Fue con él que se inició la espiral de drogas, alcohol y errancia. A esto llama lo mejor. Ahora quiere formarse, estudiar para tener otro lugar.

Tomo esta cuestión del lugar para intentar alojarla y le pregunto si ha pensado qué tipo de profesional le gustaría encontrar, dice alguien cariñoso, una mujer por supuesto.

Esta frase que empieza en masculino y termina en femenino, va en la línea de su “si pero no”. Dice que un amigo la recomendó y es el psicólogo; dice querer estudiar y empieza con un rito de San Pedro. Dice dejar de estar narcotizada y toma hierbas movilizantes. Dice ser homosexual y solo amó a un hombre. Una adolescente de 45 años. 

Le pregunto cuánto ha pensado pagar:

Estoy en terapia Gestalt que me va muy bien y como cobran 55€ la sesión iré solo una vez al mes, y aquí vendré tres, pagando 15€. He de aprender a gestionar mis emociones, si te parece bien. 

No me parece ni bien ni mal, simplemente ha de elegir, no es conveniente estar en dos tratamientos. Y mientras la acompaño a la puerta, le digo que se tome su tiempo. 

Y aún...

Este es un caso paradigmático donde ver cómo el discurso de la empresa ha tomado con sus tentáculos al mundo más hippie del mercado. Es una consumidora y derivarla  hubiese sido, entre otras cosas, hacerme cómplice.

Hace tiempo había hablado de la posición del canalla, también del lado de quién demanda. Retomo el tema.

La RAE, nos recuerda que la palabra canalla viene de can, perro, significa perrería,  también persona despreciable, de malos procederes. ¿Se referirá a ese perro que lame la mano del amo que lo golpea?

Lacan, en El Saber del analista (1/6/72), propone negar el análisis al canalla porque el desenlace suele ser la necedad, la estupidez. Algo así como que el estafador, por ejemplo, es tan corto de recursos que el riesgo de recorrer cierto camino por su subjetividad lo deje sin ellos. Lo deje tonto. Agregaría en el mejor de los casos. Porque hay otra salida. Una, donde gracias al análisis, podría reinventarse con nuevos recursos y no faltan ejemplos en las instituciones.

El tonto, que sostiene su posición de goce en la ignorancia necesita de un Otro, también en posición de canalla para responder con su saber hacer de malos procederes. Cuesta entender este enredo entre el canalla ignorante, el tonto, el manipulable, por el otro canalla, el astuto, que desde ese lugar Otro, se aprovechará. Describe bastante bien la contemporaneidad y el proceder del acto, hasta asesino, del Capitalista. Posiblemente cueste abrochar este saber, por la angustia que genera. Y esta angustia no es otra que la producida por sabernos atrapados en un discurso y un proceder que ha alcanzado niveles excelsos en la sociedad que vivimos.

También podemos encontrar por esta vía, algunos datos para entender ciertos fenómenos que ocurren dentro de las instituciones, donde nos contamos los psicoanalistas. Allí, a veces, algún canalla, manipula a los tontos -no menos canallas- que aspiran a ese lugar como ideal, con absoluta complicidad. No siempre y no en todas están los que esperan regalos de no cumpleaños cada día del año.

No diré que Umbral está exento de estas cuestiones. Las hay. Pero también hay a partir de su acto y de su práctica atada a la ética del psicoanálisis, la posibilidad de reflexionar también sobre las canalladas. Lo que no es poco. 

Hoy hablamos de un par de no derivaciones y también de ciertos no psicoanalistas. Como hablamos también, de un saber hacer que aprende de las reflexiones y del corte. 

Este, de saber parar aquí.

 

Laura Kait
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