Psicoterapia de masas y análisis de su desfachatez
“Una clínica en el umbral”, lugar primero en el que se ha de localizar el sujeto en la subjetividad de la época. El título de esta nota clínica evoca el texto freudiano y dice algo sobre lo que prima hoy, sobre las dinámicas de lo público y sus incidencias en lo que define el ámbito de lo que designamos “salud mental”. La nota que presento hoy también interroga, quizá, la falta de vergüenza en la salsita discursiva dominante. “Quisiera que se den cuenta de que un punto esencial del sistema es la producción - la producción de la vergüenza. Esto se traduce - es el impudor”.
Maribel dibujaba con frecuencia, más aún desde que acompañaba a Pere en los trabajos preparatorios de posibles pinturas. Dibuja con los modelos de referencia que usa el dibujante, el compañero (así lo llama). Se cuela Foucault “la figura secundaria de un compañero siempre oculto, pero que se impone siempre con una evidencia imperturbable; un doble a distancia, una semejanza que nos hace frente”. Los dibujos se los regala a Pere y él los guarda en su carpeta de apuntes.
Maribel trabajó con nosotros durante nueve años (2003-2011). Durante ese tiempo sostuvimos sus defensas: evitaciones y dichos sobre su indefensión. Sesión tras sesión lo expresaba con los mismos términos, sin alteración. Sostener la falta de alteración, imagen también de su impactante quietud, fue el trabajo necesario para que, paradójicamente, se dieran las condiciones de la alternancia, de la posible construcción “fantasmática” de un otro “dialéctico”, ideal, que pueda servir a la nominación. Así, durante años sostuvimos sus insistencias; paradigma de lo último es la repetición del significante “incluso” y del sintagma “sí, pero” con los que siempre acompañaba los fragmentos de cualquier relato haciendo del mismo un hecho en permanente modificación: cualquier idea se puede incluir o suprimir mediante una objeción, y esto implica la expresión de las consecuencias. El último año se redujo notablemente esta insistencia. También se aligeró de manera importante la disfemia manifiesta que suspendía la articulación verbal, paralizando largamente y al mismo tiempo el cuerpo y la verbalización. Su silencio encontraba resonancia en nuestra escucha, acompañada del silencio y de la escucha de los demás. La suspensión era larga; la escena, impactante. La esperábamos; cuando aparecía su palabra los compañeros la recogían dirigiéndose a la psicoanalista y hablando sobre lo que Maribel decía. Años sosteniendo la quietud, cara a cara. El silencio también produce eco.
Hablamos del sujeto en una esquizofrenia desencadenada y de la producción del sujeto del deseo, aquello que se puede constituir como prótesis de lo faltante allí donde la falta no se inscribió. Los últimos días, al saludo diario, “Buenos días ¿Cómo está?”, respondía: “estable”. “Una buena noticia”. Durante años, a saludos similares respondía: “mal, como siempre, pero vengo porque mi familia y etc. me obligan a venir”. A esto siempre hemos respondido: “sabe que por nuestra parte puede hacer lo que le convenga, no está obligada a venir. “Sí pero.. Ya sabe, he de venir, incluso…”. “Lo entendemos, gracias por venir”. Cuando vino a trabajar con nosotros sus movimientos estaban estrechamente programados y cualquier cambio era extraordinariamente inquietante, a evitar. Cuidar estas formaciones, las objeciones, fue dando lugar a la elaboración necesaria para asentar la base de una posible suplencia, una base sinthomática de la que se pudo valer para circular por la ciudad usando los servicios públicos como cualquier ciudadano que desee hacerlo.
Maribel no tenía cultura artística. El desencadenamiento temprano, adolescente, la ubicó como analfabeta funcional, pero ante cualquier producción fílmica lee de manera precisa la organización de los planos, el número de cámaras en juego y sus posiciones ante el objeto registrado. Qué no decir de las obras bidimensionales… Sus observaciones suscitaban un interés inmediato y eran fuente de trabajo para los otros colaboradores. Siempre evitamos la exposición a las cámaras o el acercamiento a obras en las que cámara captura imágenes que se incorporan a la instalación.
En 2011 participó en una actividad promovida por una institución financiera que al amparo de un trío: “lo artístico”, “lo terapéutico” y “la enfermedad mental”, convocaba a personas atendidas en la Xarxa de Salut Mental de Barcelona para que elaborasen un autorretrato. Excurso ¿Qué les parece esto de “autorretrato de enfermos mentales”? Así, a Maribel se la embarcó en un proyecto que promueve incidir en colectivos señalados por los significantes con los que la psicopolítica neoliberal localiza un sector humano en permanente estado de excepción. Allí, en ese campo, se aplican métodos y procedimientos dirigidos a “innovar”, promoviendo la perversión de lo artístico y de lo terapéutico a un tiempo, argumentando que tales prácticas revierten en transformación social: ¡Que desfachatez!
El impacto de la “innovación”
Maribel nunca había faltado a las sesiones. Un día llegó un aviso: “no puedo ir porque estoy en urgencias”. La presentación repentina de un cuadro clínico complejo (náuseas, desorientación espacial, pérdida de conocimiento, visión borrosa y diarreas) dio lugar a una exploración neurológica, pero no se detectó causa médica alguna. La siguiente sesión explicó que le habían propuesto que experimentase con una cámara de vídeo y que lo resultante sería material a exponer. Los del impacto social habían decidido que aquello sería un producto artístico a exponer ante cualquier espectador, incluido el internáutico. Mal asunto. El aviso de los ingresos en urgencias se fue repitiendo y corroborábamos que recibíamos sus avisos. Y así, lo tipificó. Maribel, aún en aquél estado de angustia pudo recrear su sistema de alternancia: cuando no venía era porque se repetían los malestares referidos, se hacía visitar por los médicos y nos hacía llegar el aviso; la sesión posterior al ingreso solo venía para hablar con la analista y asegurarse de que había recibido la llamada del día anterior; después se marchaba porque no se encontraba bien.
Estabilizada la alternancia, recuperó el ritmo de trabajo e iba hablando de lo que le ocurría ante la posibilidad de estar delante de una cámara. No pudiendo decidir no ir, ahí estaba, soportando la situación entre pérdidas de conocimiento, vómitos y diarreas. Soportando el abuso. Con esta iniciativa ocurre una vez más lo que siempre le pasa a Maribel; su respuesta es también la de siempre: “los otros quieren que lo haga y yo no puedo hacer nada”. Como siempre también, avalamos su queja y le preguntamos: ¿cree que podría estar ahí de manera algo más cómoda? Dijo que quizá si, si estuviera acompañada de conocidos. “¿Cree que se podría marchar si no lo soporta?” No, porque todos verían que se marcha y le dirían que nunca se esfuerza en superar las dificultades. “¿Y si se coloca cerca de la puerta?” Le pareció una buena idea.
El día del estreno iba acompañada y previó sentarse cerca de la puerta, pero le habían asignado un lugar central con los protagonistas del evento y bajo el foco de las cámaras. Días antes de la presentación aparecen de nuevo los desmayos, las diarreas y los vómitos y habla de estos fenómenos como presentaciones críticas de causa enigmática porque no hay diagnóstico. Nos pidió opinión y le explicamos que podría ser una sintomatización de la angustia ante la inminente exposición, diferenciando estos fenómenos de los que tienen causa médica. La explicación de que lo que le ocurre es localizable porque tiene un nombre, la tranquiliza.
Sobre este dispositivo clínico
El espacio clínico que genera esta nota resulta de una demanda de psicoterapia de algunos Centros de Salud Mental de Barcelona dirigida a un museo. Un trabajo psicoterapéutico con personas afectadas de TGM. A esta demanda, dijimos no. Un no discursivo, clínico, porque el objeto del trabajo era estudiar la consistencia de las operaciones de lenguaje que un sujeto libra en transferencia analítica en el margen de la salud mental. El dispositivo se dio vinculado al contexto, al sistema de relaciones que lo produce, por lo que no dejaba fuera el análisis estético de las producciones de los artistas ni el trabajo con las instituciones implicadas en el proyecto. Nos interrogaba el saber, la noción de saber, no las aplicaciones cognitivas de lo producido en otros discursos.
Lo propio del conocimiento es la “adherencia”, no el desprendimiento. Se trataba de estudiar analíticamente “las operaciones de desprendimiento”, los posibles intervalos, en las formalizaciones artísticas y las construcciones del lenguaje, en transferencia, de quienes participaran de esta aplicación del discurso analítico en el margen de la salud mental. En el margen, no al margen, extendiendo al espacio propiamente público la paradigmática cura tosquellana del hospital.
Maribel, a los siete años de trabajo analítico, en 2010, pidió que el museo ampliase el proyecto con programas de formación artística: quería trabajar con las imágenes del cuerpo. Tenía preguntas sobre el quehacer de los artistas en relación al asunto y quería saber sobre técnicas, procedimientos e historia del arte. Producida la modificación de la demanda nuestro trabajo sería tratar de mantenerla abierta. La propuesta de Maribel fue bien acogida por sus colegas y así lo transmitimos al Servicio de Programas Públicos. Cuando Maribel solicitó esta formación ya se había incorporado a algunas actividades del PEI (Programa de Estudios Independientes), las abiertas al público, participando en actos que eran de su interés y sin la compañía de la analista. También había iniciado una investigación sobre la historia de la fotografía vinculada a su historia personal y en relación con una obra expuesta en el museo. Desde los primeros tiempos del trabajo, sus aportaciones en pensamiento estético eran exquisitas.
Casi al final de nuestro trabajo hizo una observación muy lúcida: “este es el único espacio en el que no hago algo terapéutico; hablo, escucho y no estoy obligada a decir lo que pienso”. Nos enseñó su calendario terapéutico - ocupacional: ni un hueco para pensar. Nuestra aplicación también estaba incluida en el cronograma. Aún así, en esta densidad terapéutica, el trabajo analítico iba “vaciando de lo necesario” para que cupiese el deseo de saber. Así pasó. En aquella sesión los colaboradores empezaron a hablar de la omnipresencia de lo terapéutico en sus vidas.
Montserrat Rodríguez Garzo