Psicoanálisis y función paterna en la hipermodernidad, por María Elena Napione
¿Qué es un padre? Es la pregunta que insiste en el pensamiento de Freud, quien parece decirnos... es aquel que sabe hacer valer la Ley de la interdicción del incesto facilitando el proceso de separación del hijo respecto de sus orígenes..... Y Lacan señalará que el ejercicio simbólico de la paternidad asegura al hijo la posibilidad de salir del pantano indiferenciado del goce y de aventurarse hacia la asunción singular del propio deseo [1].
Para argumentar sus investigaciones y descubrimientos, Freud utiliza el relato de Edipo en la versión de Sófocles. El mito griego es el soporte conceptual que sostiene los hallazgos observados. En "Tótem y tabú" Freud describirá las raíces violentas de la elaboración edípica.
El mito concebido como “lo que se dice”, dirá Lacan [2].
¿Cómo ubicar el psicoanálisis dentro del mito? El mito es una creencia, un relato imaginario encargado de representar de forma alegórica la generalidad de una situación afectiva. Los mitos hablan a los hombres del mundo interno, de fantasías, así como de los deseos y las angustias con ellos relacionados. Son los encargados de integrar datos simbólicos universales en el seno de lo imaginario colectivo, con la función de "tranquilizar” porque reafirman al ser humano en su pertenencia a la permanencia de lo real. La elaboración del mito necesita una cierta integración sociocultural de las necesidades pulsionales y de sus represiones. El cuento, el mito, contribuyen a la figuración simbólica que desvela y disfraza a la vez, la pulsión prohibida. Desvela no sólo el contenido latente, inconsciente, sino también el desplazamiento que distrae la atención de este contenido [3].
Deseo y Ley son dos conceptos claves del Psicoanálisis. Y ambos son esenciales para definir la función simbólica de la paternidad.
Lacan lo afirma: un padre es aquel que sabe unir y oponer el deseo a la Ley [4]. Recalcati señalará al respecto: ...No es únicamente Ley de la pura interdicción sino que es, sobre todo, la Ley como don de la facultad del deseo. Éste es un punto decisivo: la interdicción sostenida por el padre se acompaña siempre de la donación... [5]”.
El sujeto es determinado, no a partir de la identificación, sino a partir de su modo de gozar. El ser tiene que ver con el modo de gozar.
Pero, ¿qué queda del padre, de la función paterna, en la época de su evaporación? En el tiempo de la hipermodernidad, el nexo se disuelve dando lugar a una pseudoliberación del deseo respecto de la Ley que acaba por avalar su degradación a un capricho, a un goce compulsivo y desregulado privado de deseo. Es el tiempo cínico y perverso de un goce que se quiere libre de todo vínculo, incluido el ideológico: es un goce post-ideológico. Un tiempo donde no predomina lo singular sino lo particular y lo global. Un tiempo donde todo es posible, donde se busca la satisfacción inmediata, tratando de alejar la frustración. Es una época con un empuje hacia lo ilimitado, en la que se rechaza la castración y el vacío que encierra “la relación sexual no existe”. Época en que falta la falta y en la que los objetos a han perdido sus velos.
El declive de la mirada del Otro que avergüenza representa un cambio en las relaciones del sujeto con el goce. Desde la época de Freud en que la civilización ejercía una represión excesiva con el consecuente malestar hasta el neoliberalismo en el que el sentimiento de desvergüenza destaca, la sociedad se ha transformado radicalmente. No sólo se ha vuelto más permisiva sino que ha transformado los deseos que suponen la falta, en verdaderos imperativos de goce. Este sentimiento de vergüenza se adquiere en la infancia en que los niños y niñas se pueden mostrar desnudos ante la familia e incluso ante extraños, sin experimentar pudor. Ese período permanece como un paraíso perdido en nuestros fantasmas. La ausencia de represión de tal exhibicionismo infantil, el darse a ver, constituye un modelo de satisfacción. Pero la aparición del pudor brinda, según Freud, una necesaria barrera al goce, civilizando al sujeto. Y el nacimiento del pudor marca un momento fundamental en la relación del sujeto y la Ley [6].
Marie Hélène Brousse [7] sostiene que el siglo XX vio desplegarse un nuevo movimiento de reivindicación a partir del feminismo que moviliza otro significante: el género. Según esta autora, el género ha sustituido al sexo como significante amo, con implicaciones y consecuencias.... El término de género evita el equívoco siempre presente en el de sexo que, masculino o femenino, asegura una función clasificatoria e, indisociable de Eros, tiene siempre un valor erótico en la lengua. Por lo demás, el término de género sale del binario construido con la reproducción para introducir un tercer término, el neutro.
El avance de las identidades y del género, que aspiran al estatuto de significantes amos en el discurso contemporáneo, es la consecuencia de la pérdida de la hegemonía del discurso amo en las sociedades tradicionales, situadas bajo la dependencia del Nombre del Padre, semblante que tenía una función de poder. La ciencia y sus técnicas no habían transformado aún la reproducción humana. El nombre del padre permitía definir lo masculino y lo femenino por la reproducción de la especie en el sistema de parentesco, la identidad sexual era definida por un binario presente tanto en lo imaginario como en lo simbólico.
Al lugar del amor por el Otro, el padre, viene la adoración del cuerpo, mezcla de lo imaginario y lo real. Un-Cuerpo producto del Uno que escapa a la tenaza de la metáfora y del Cuerpo.
Vallejo leyendo a Miller señala: Es un imaginario otro que el del principio, un imaginario vaciado de sentido [8].
Se trata de definir el cuerpo no ya por su imagen y como consecuencia, el sentido, sino como cuerpo gozante organizado por los orificios corporales de los que Freud ya había subrayado la correspondencia con las pulsiones. Esos agujeros emiten sentido en la medida que provienen de experiencias de goce y después lo aspiran, ya que el goce está fuera de sentido. La identificación sigue estando en el Otro y es por lo que es un proceso esencial. El Otro es la condición de la constitución de nuestro marco, nuestro acceso a la realidad, fundada en la falta. El Otro presta los significantes que desfilan en las identidades de papel que se atropellan, se contradicen y que caen en un análisis. En este contexto de "declive de las formas de la autoridad, de la familia, de la religión", los hombres han perdido las referencias por las cuales se reconocían, afirma.
Asistimos a la soledad en su peor forma, ya que los tipos de goce contemporáneos se alojan en el campo más degradado de la soledad, en un modo de soledad del goce de los Unos solos.
De lo que se trata, nos dice el psicoanalista Oscar Ventura, es de proponer otro modo de soledad, un buen encuentro con la soledad, aquella que “se desprende del discurso analítico, y que tiene que ver con el rasgo de autenticidad de la soledad; es la necesariedad de habitar su experiencia como aquello que hace lazo de un modo posible para encontrar un saber-hacer con la ausencia de la relación sexual” [9].
El acto analítico trata de introducir ese vacío necesario para provocar esta buena forma de la soledad que es puesta en relación con la vitalidad, con el deseo del sujeto. Provocar la buena forma de la separación. Es decir, que la extracción del objeto en un análisis como modo de instalar este vacío, sería una vía posible de recuperar el plus de vida, en oposición a la pulsión de muerte a la que invita nuestra “civilización” actual. Re-subjetivarse, reconfigurarse haciendo pasar un poco de goce del objeto a la vida, hacerlo pasar de resto a causa.
María Elena Napione Bergé
Psicoanalista
15 de mayo de 2023
Bibliografía:
[1] Recalcati, M. (2011). ¿Qué queda del padre? La paternidad en la época hipermoderna. Barcelona, Xoroi Edicions, pp. 21 y40
[2] Lacan, J. (1960-1961).La Transferencia. Seminario 8. Ediciones Paidós, Buenos Aires (Argentina), 2013, pp. 142.
[3]Krasnogor, R. Freud y el mito como fuente argumentativa. http://www.elsigma.com/.../freud-y-el-mito-como.../10138.
[4] Véase J. Lacan (1960). Subversión del sujeto y dialéctica del deseo”, en Lacan, J. (2003). Escritos, Vol. 2, Madrid, Biblioteca Nueva, Siglo XXI, pág. 755.
[5] Recalcati, M. (2011). Op. Cit, pp. 40.
[6] Chorne, M. (2019). La vergüenza ha muerto. 6ta. Conferencia. NUCEP-Instituto del Campo Freudiano de Madrid.
[7] Brousse, M.H. Las identidades, una política, la identificación un proceso y la identidad, un síntoma.
[8] Vallejo, P. Reseña del Seminario El ultimísimo Lacan. De Jacques-Alain Miller. 29 de noviembre 2014. http://virtualia.eol.org.ar//
[9] https://www.diarioinformacion.com/.../psicoa.../1084090.html